Tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza,
pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos,
que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y
terriblemente elegantes.
Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren.
Lo de que 'me escondo' de hecho ni siquiera es verdad: me aíslo allí donde no puedan encontrarme.
Ser pobre, fea y, por añadidura, inteligente, condena en nuestras sociedades a
trayectorias sombrías y desengañadas a las que más vale resignarse lo antes posible.
A la belleza se le perdona todo, incluso la vulgaridad.
Los que saben hacer las cosas, las hacen; los que no saben, enseñan a hacerlas; los que no saben enseñar, enseñan a los que enseñan, y los que no saben enseñar a los que se enseñan, se meten en política.
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