Si Manech estubiera muerto, Mathilde lo sabría. Desde la noticia de su muerte ella se aferró obstinadamente a su intuición como a un fino hilo. Jamás perdió la esperanza. Mathilde es de naturaleza optimista, sabe que si ese hilo no la lleva hasta su amado no importa, no pasa nada, siempre podrá ahorcarse con el.
- ¿Pero por qué lloras?
Y Mathilde permaneció erguida, apoyada en el respaldo de la silla con las manos sobre su regazo y le miró, bajo la armonía que la envolvía, bajo la luz del jardín, Mathilde le miró, le miró, le miró...
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